domingo, 30 de mayo de 2010

Stelli

Pensar en Stelli es un ejercicio diario, aun sin proponérmelo. Surge de manera involuntaria. Pienso en sus bordados, ella sentada frente a la TV, sus comidas, y sus llamadas: "Mijita", con una voz dulce y casi entrecortada, y caigo en cuenta que solo a ella le he aceptado esa expresión; o "chinita", por algún motivo mis padres me llaman así.

Entonces, aunque desde hace años Stelli dejó de hacer gran parte de las labores domésticas -no por gusto- en mi recuerdo, casi en mi paladar, están los sabores de sus mejores platos, de aquellos que hacía para complacerme. Desde que era una niña, cuando mi papá se iba de viaje ella aprovechaba para hacerme pastichos o lasañas. Y ya de grande también fui bendecida con sus regalos culinarios. Puedo decir con certeza que aun cuando cocinar no es una de mis actividades favoritas, cada vez que cocino intento un encuentro con ella, la busco en cada sazón, en cada preparación.

Stelli se caracterizó por tener un temple de acero, por ser una mujer de carácter que nunca recurrió a titubeos. Pero desde hace años la vulnerabilidad la tomó por asalto, aunque sus fuerzas seguían allí, incluso cuando juraba a rabiar que sí, que ya era suficiente.

Esa mujer de la que hablo ES mi mamá, así con el tiempo presente en mayúscula. De ella tengo una avalancha de recuerdos, incluido cuando desocupaba las gavetas de mi closet en la puerta de la casa para obligarme a ser ordenada, cuando me mandaba a la piscina en pleno aguacero y con un ataque de asma para hacer ejercicios de respiración y cuando me obligaba a comer la ensalada de remolacha, q aún aborrezco. Con el tiempo comprendí que sus acciones buscaban hacerme una persona fuerte, con principios y valores, y claro, capaz de comer cualquier cosa, sin miramientos ni reclamos.

Pero los recuerdos que están a flor de piel tienen que ver con la complicidad madre-hija, con la compañía que nos dimos incluso desde lejos, con ese profundo y casi umbilical amor que compartimos y que nos demostramos -teniendo en cuenta que nuestra familia no es muy expresiva de sus sentimientos-, con el roce de nuestros abrazos, con sus manos escarbando mi pelo -aun ahora de grande-, con sus sorpresas en cada visita, con sus toallas con mi nombre bordado... también con sus temores, con su tristeza de lo que ya no podía ser.

Stelli, mi mamá, nos dejó físicamente el 31 de mayo hace dos años, ahora su presencia en nuestras vidas ha tomado otra forma. A veces por las noches entran polillas a mi cuarto, pese a que las espanto siempre hay una pequeña que insiste en quedarse cerca de mí. De repente se me antoja pensar que es ella, mi mami, que busca rozar mis mejillas, y así lo soñe en estas noches, como en las comiquitas, una polillita con la cara de Stelli, porque para mí ella era así, frágil, sutil en su presencia.

Te amo mami

4 comentarios:

  1. qué belleza, ingrid, te acompaño en esas palabras hermosas sobre tu madre, porque yo también tuve el privilegio de tener una de esa raza: de la raza de las súpermamás.

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  2. Bello Ingrid, me haces llorar, creo que tu madre dejó sembrado en ti ese carácter y esa fuerza que siempre estarán contigo

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  3. Tener madre es tan bueno que hasta Dios quiso tener una. Stelli está en el cielo como corresponde a su nombre. Y desde ahi te sigue cuidando, sigue siendo mamá, porque en el cielo el amor se hace más fuerte, eterno.

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  4. Wao!!! gracias por sus comentarios! qué bellos son!! de verdad, me han conmovido. uno a veces teme escribir cosas q salen directo del corazón por temor a parecer cursi o no ser comprendido en la dimensión q uno espera, pero uds lo motivan a uno. Qué lindos los tres ;)

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